
De vuelta, y es que ya Aristóteles lo decía, es el fin último del hombre y cuando no estoy ocupada soñando posibles finales o viendo televisión-entretenimiento, pienso en la felicidad... (uf!!); el dónde, el cómo, el cuando y lo más importante por cuánto tiempo. [¿...Dije ocupada...?]
Siempre sostuve la teoría aditiva que requería de varios sucesos acontecidos con determinada periodicidad y que resultaban en una sonrisa bien dibujada, quizás acompañada por el efecto sonoro de una carcajada estrepitosa con un eco de fondo.
Pero el tramo del camino en el que me encuentro me dice que quizás sean tan efímeros y distanciados los momentos de plenitud y regocijo (atención: los últimos dos sustantivos no son tomados como sinónimos de nuestra palabra central sino como componentes de la misma) que dificilmente los recuerde como para poder sumarlos. Sencillamente son como un capítulo autoconclusivo que con mucha suerte dura algo parecido a un minuto. Condensa el orden narrativo, comienza, se siente y termina aunque ese nexo ("Y") da la sensación de prolongación y fácil identidficación de etapas: La realidad es lo más lejano a ello.
Caminaba por una plaza pensando que el despertador no había sonado y llegaba tarde a una cita cuando entre la velocidad en la que se delizaban mis pies, y la agitación de una corrida simulada; me detuve, me detuve frente a algo tan común como el cesped de una plaza (es común dependiendo de la plaza, es decir si no tenemos en cuenta aquellas que son víctimas del vandalismo y el descuido municipal ). El césped tenía una particularidad, había recibido su regada matutina. El aroma que flotaba en el ambiente desompolvaba el archivador mental que intentaba fallidamente relacionar ese olor con un cuento pasado mientras la sensación se desvanecía rápidamente antes de lograr mi comentido debido a la bocina de los autos y al tironeo entre el recuerdo y una orden dirigida a mis extremidades que rehusaban complementar ambas tareas.
Una vez del otro lado de la vereda pensé: que aquel había sido un instante de felicidad. Respiré profundo, seguí caminando y doscientos metros más adelante supe que la lluvia me provocaba la misma sensación . Es lindo ver como cae la lluvia, el color del cielo antes de soltar el chaparrón, abraza un mundo cóncavo delimitado por paredes y cambia su vestuario tan monocromático por uno que pasea por la gama de los violetas. Es una digna competencia con otros atuendos como el amanecer y la puesta del sol.
Es como si la felicidad fuera un reloj de agujas, hay dos caminos: observarlo mientras está en movimiento o reaccionar antes de que las manesillas rompan el hechizo al compeltar su giro.
La felicidad es algo tan sencillo como la lluvia, y entenderlo implica saber que la disconformidad es quien nos susurra que un instante de felicidad no basta a una vida humana.
La cordura tiene fronteras muy estrechas y a veces es muy difícil saber de que lado estamos. Debe ser eso o que sólo me gusta la humedad.
...Por las noches he deseado que llueva...
Siempre sostuve la teoría aditiva que requería de varios sucesos acontecidos con determinada periodicidad y que resultaban en una sonrisa bien dibujada, quizás acompañada por el efecto sonoro de una carcajada estrepitosa con un eco de fondo.
Pero el tramo del camino en el que me encuentro me dice que quizás sean tan efímeros y distanciados los momentos de plenitud y regocijo (atención: los últimos dos sustantivos no son tomados como sinónimos de nuestra palabra central sino como componentes de la misma) que dificilmente los recuerde como para poder sumarlos. Sencillamente son como un capítulo autoconclusivo que con mucha suerte dura algo parecido a un minuto. Condensa el orden narrativo, comienza, se siente y termina aunque ese nexo ("Y") da la sensación de prolongación y fácil identidficación de etapas: La realidad es lo más lejano a ello.
Caminaba por una plaza pensando que el despertador no había sonado y llegaba tarde a una cita cuando entre la velocidad en la que se delizaban mis pies, y la agitación de una corrida simulada; me detuve, me detuve frente a algo tan común como el cesped de una plaza (es común dependiendo de la plaza, es decir si no tenemos en cuenta aquellas que son víctimas del vandalismo y el descuido municipal ). El césped tenía una particularidad, había recibido su regada matutina. El aroma que flotaba en el ambiente desompolvaba el archivador mental que intentaba fallidamente relacionar ese olor con un cuento pasado mientras la sensación se desvanecía rápidamente antes de lograr mi comentido debido a la bocina de los autos y al tironeo entre el recuerdo y una orden dirigida a mis extremidades que rehusaban complementar ambas tareas.
Una vez del otro lado de la vereda pensé: que aquel había sido un instante de felicidad. Respiré profundo, seguí caminando y doscientos metros más adelante supe que la lluvia me provocaba la misma sensación . Es lindo ver como cae la lluvia, el color del cielo antes de soltar el chaparrón, abraza un mundo cóncavo delimitado por paredes y cambia su vestuario tan monocromático por uno que pasea por la gama de los violetas. Es una digna competencia con otros atuendos como el amanecer y la puesta del sol.
Es como si la felicidad fuera un reloj de agujas, hay dos caminos: observarlo mientras está en movimiento o reaccionar antes de que las manesillas rompan el hechizo al compeltar su giro.
La felicidad es algo tan sencillo como la lluvia, y entenderlo implica saber que la disconformidad es quien nos susurra que un instante de felicidad no basta a una vida humana.
La cordura tiene fronteras muy estrechas y a veces es muy difícil saber de que lado estamos. Debe ser eso o que sólo me gusta la humedad.
...Por las noches he deseado que llueva...
3 Noches:
Amé este texto, no lo reflexioné, no lo pensé, no lo medité como hago de costumbre con las cosas que leo.
Simplemente lo disfruté, lo amé.
Te ganaste un seguidor más!
Me encantó, opino igual que Arielus. Me hace despertar recordar aromas, de todos los colores.
Muy bueno la verdad
Muy buen texto la verdad, se lo habia dicho por la mensajeria instantanea.
Esto que escribio :
"La verdad, estoy deacuerdo con Aristoteles en que la finalidad es la felicidad, pero no estoy de acuerdo el camino que realiza, y de que es lo que nos hace felices.
La felicidad es algo tan sencillo como la lluvia, y entenderlo implica saber que la disconformidad es quien nos susurra que un instante de felicidad no basta a una vida humana."
... Me hizo meditar, pensar y soñar si se quiere. Pero es verdad que un momento de felicidad no basta para toda la vida, salvo que sea algo con tanta fuerza y pasion como el amor; y no como la entrada para ir a Sandro.
Jajajaja y su final:
"La cordura tiene fronteras muy estrechas y a veces es muy difícil saber de que lado estamos. Debe ser eso o que sólo me gusta la humedad"
Me mato la verdad. Me gusta la lluvia. ¿Le gusta la humedad? Yo la odio.
Saludos, siga en pie.
Suerte en lo suyo.
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